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liquidación. El día anterior habían recibido la visita de "los amigos" (los llaman así porque al llegar al campamento saludaron diciendo "amigos"). Después se dedicaron a requisar todo el campamento, mientras uno de ellos repetía con frecuencia: "Pañacocha, Pañacocha, cambio...". Señal evidente de que escuchan las intercomunicaciones ra– diales. Y se llevaron cuanto se les antojó: hamacas, mantas, mosquite– ros, ropa, botas, hachas, machetes, limas; de alimentos, todo lo que ha– bía de azúcar, un poco de arroz, latas de sardinas y atún, y hasta dine– ro por valor de más de tres mil sucres. Uno de ellos, corno contando el dinero con sus dedos dijo: "To, to, to, to....... Quito". El señor Masson, aunque un tanto contrariado, prometió reponer– les todo, solicitando su colaboración a los obreros, para que con su creatividad y diplomacia hicieran algo para disminuir estas pérdidas y, sobre todo, la interrupción de los trabajos. Tendí mi hamaca dentro de la carpa de los trabajadores y charlé mucho rato con ellos antes de que se decidieran a reanudar los traba– jos. Se manifestaban muy agradecidos de que alguien les visitara en la soledad de la selva amazónica, en tierras de los Aucas. Dos días y dos noches estuve con ellos. La segunda noche les cele– bré la Santa Misa, a la que asistió espontáneamente Ja mayoría de los trabajadores. Para el Evangelio abrí el Ritual de Ja BAC en las últimas páginas, a lo que saliera, y ante mis ojos apareció el relato de san Ma– teo 25, 31-40. Durante el comentario todos estuvimos de acuerdo en que aquí se está cumpliendo eso de dar de comer al hambriento y ves– tir al desnudo. Terminé diciéndoles que ellos son los "misioneros esco– gidos por Dios" para los Aucas. Regreso a Pañacocha. La semana se terminaba y quería estar el sábado en Nuevo Roca– fuerte. Llegó el helicóptero hacia las ocho de la mañana; ya subido y sentado para el regreso me entregaron una nota de la Compañía, pro– poniéndome que me quedara más tiempo; pero preferí cumplir lo pro– metido: estar en Rocafuerte para el sábado. Llegado a Pañacocha, no habría pasado una hora, cuando por la radio de la trocha B2 avisaron la noticia de que en ese momento se ha– cían presentes de nuevo los "amigos" y que estaban llevándose todas las cosas como en visitas anteriores. De nuevo me llamaron urgente– mente de la oficina de la Compañía para cambiar impresiones. 17

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