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- Aunque fuera verdad la muerte de Nampahuoe, nos sentíamos con la certeza moral de que no nos había de pasar nada. - Además, en ese probable estado de confusión y angustia general del grupo, podía ser nuestra presencia más evangélicamente necesaria. Nuestro viaje. Invitamos al voluntario Wilfrido Licui, que vino a traer a las Her– manas Lauritas para el Curso de Quichua, y el día 30 de octubre, a las siete y cuarto de la mañana, el P. Manuel prendía el motor Evinrude 40 HP., enfilando la pequeña canoa "Huaora1ú" por el Yasuní, aguas arri– ba. La canoa levantaba un reguero de agua que nos mojaba todo; el río estaba sumamente bajo -siete metros de diferencia de nivel del agua con respecto al mes de junio- y resultaba peligroso darle todo el desa– rrollo de fuerza al motor. Por esta razón, al llegar a Garza Cocha cam– biamos por el Yamaha 8 HP., y el resto del viaje lo hicimos con él, al menos sin mojarnos con el agua del río y con gran ahorro de combus– tible. Las peripecias detalladas de este viaje las dejo consignadas en ho– jas aparte. Fue un viaje penoso, por cuanto nos exigió muchos esfuerzos físi– cos, sobre todo a Manuel y Wilo (Wilfrido), que se turnaron como mo– toristas; pero también fue satisfactorio en cuanto a la consecución de los fines propuestos. Nuestro encuentro con los hermanos Huaorani. Nos fue imposible ver a todo el grupo. Las familias de Cai-Huiya– camo, lnihua-Pahua y Ompura-Buganey estaban en perfecto estado de salud y, al parecer, en buena armonía. Ellos nos dieron la gran noticia de que Nampahuoe no había muer– to, aunque seguía postrado en su hamaca, a consecuencia de una fuer– te "caquexia" según el Dr. Manuel. Tanto el recibimiento como el trato posterior fueron de gran natu– ralidad y confianza por parte de los Huaorani y por la nuestra. El humo, señal de "presencia humana". Estando en la casa de Cai, amenazó una gran tempestad, con im– presionantes estampidos de truenos y descargas eléctricas. Sopló un 150

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