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Me esforcé por quitar los recelos mutuos y afirmar los sentimien– tos de hermandad y de amistad entre los Huaorani y los trabajadores, venidos de toda la variada geografía de Ecuador. Todo quedó aparen– temente en paz cuando emprendimos el vuelo hacia Pañacocha. Después de comer, el Sr. Genoux y el Sr. Viteri pusieron a nuestra disposición una chalupa para trasladarnos a Nuevo Rocafuerte. La visita fue demasiado corta, pero se consiguió, en parte, tranqui– lizar los ánimos, sin necesidad de pedir auxilio a la fuerza armada. Por otro lado, una segunda misión de las "Hermanas" contribuirá a nor– malizar los programas apostólicos futuros. Ahora, entre las religiosas, hay muchas vocaciones ilusionadas con el apostolado de los Huaora– ni. ¡Esto lo considero un don de Dios! 131

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