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La historia se repite. Cepe se ha impuesto, y las Compañías subsidiarias tienen que afrontar los riesgos. CGG ha vuelto a arrendar nuestro edificio de Pa– ñacocha y el Sr. Genoux nos llama con urgencia, pidiendo que nos en– trevistemos con los Aucas. Al paso de Ja Hermana Inés Ochoa por Pa– ñacocha le insiste para que se quede, a fin de organizar rápidamente un vuelo, pero la Hermana prefiere esperar la respuesta del "equipo Huaorani". Aprovechando la presencia ocasional del P Camilo en Rocafuerte, el día 2 de abril nos ponemos a navegar hacia Pañacocha: el equipo es– tá compuesto por la Hermana Inés Ochoa, "Tigantai" (Mariposa) para los Huaorani, la Hermana Inés Arango, Terciaria Capuchina y este cro– nista; José Ortega es el motorista insustituible de los viajes rápidos. Llegamos a una buena hora para programar los vuelos del día si– guiente y "en nuestra inocencia" pensamos que "el primer vuelo del día siguiente" será para nosotros. Pero el Sr. Genoux tiene otras urgen– cias y dispone que nuestro vuelo sea el último de la tarde. Otro tanto nos sucede el día cuatro. Estamos bien atendidos materialmente, con generosa hospitalidad, pero ¡qué mañanas más largas! La vocación se madura en el estudio comunitario de la lengua Huaorani, la oración y la observación real del mundo del petróleo. Quedamos admirados de los sacrificios que se imponen tanto trabajadores como dirigentes para amasar con su sudor el pan de cada día. ¡Pan integral, sí! ¡Pero muy duro y muy negro! Volando sobre la selva. Emprendimos el vuelo, por fin, el martes por la tarde. Los corazo– nes palpitan acelerados de satisfacción. Estamos sobre el río Tiputini, pero allá delante hay negros nubarrones. Ya los tenemos encima; el aguacero golpea ruidosamente los vidrios del aparato; no se ve nada. Damos vueltas, alejándonos de la tormenta, muchas y largas vueltas y aparecemos siempre sobre el río 1iputini. - No se puede -exclama resignado el piloto. - Después de unn horn vol– veremos a intentarlo - dice, aterrizando en Pañacocha. Y lo intentamos, pero también fue en vano porque faltaba visibili– dad y ni siquiera pudimos reconocer los helipuertos. 129

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