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Pahua e Inihua, mis padres, quisieron que les presentara al "Peicu 11 que todavía no disimulaba su desconfianza. Cuando el perro, movien– do sin cesar su cola, repitió con ellos las zalemas que vieron que cons– tantemente me hacía a mí, manifestaron una gran satisfacción. Luego mí mamá Pahua me contó que le aquejaban dolores reumá– ticos. Como teníamos las tabletas de /1 Anacin 11 dadas por el Doctor Amunárriz, le administré una pastilla con agua. En ese momento, en– tre las cosas de mi padre apareció un vestido de colores; le dije que era vestido de mujer y que era para mi madre. Se lo vestí, inclinando lue– go mi cabeza para recibir su bendición. Pahua, mi madre, me aconsejó repetidamente y ambos, lnihua y Pahua, volvieron a posar sus manos sobre mi cabeza, con menos intensidad que Ja primera vez. Me quedó la impresión de que la cultura Huaorani es muy parca en estas mani– festacíones y que no estilan repeticiones. Pahua fue a casa de Cai y, en seguida, me llamaron para que le ad– ministrase otra pastilla de /1 Anacin" a Huiyacamo a quien por la ma– ñana se le habían sacado muelas y varias raíces. Así quedé en casa de Cai, donde pasé todo el tiempo siguiente. En un momento dado los hombres nos juntamos en el patio para intentar afilar los machetes con el esmeril nuevo que acabábamos de regalarles. Al inclinarme para hacerlo en mis lomos apareció el cinturón Huao, suscitando la curiosidad de Pahua para cerciorarse si era el que ella me confeccionó; y la de Deta para ver, en cambio, si el cinturón era nuevo y lo había hecho con el ovillo que me regalaron en el último via– je. Con esta excusa me vi sin la única prenda que vestía, pero vestido a lo Huaorani, como estaban mi padre Inihua y Huiyacamo, que se ha– Daban más próximos a mí. Con toda naturalidad se desarrolló el si– guiente diálogo: - Esta es costumbre Huno y está muy bien, pero los "cohuore" no hacen nsí. - ¿Y tú no será cohuore? - me dice Cai. - Yo quiero ser Huno como vosotros. - De acuerdo - me dicen Cai e Inihua al unísono. Caí amplía una ex- plicación que no capto bien. - Sigamos entonces tranquilos según costumbre Huno. Poco después Cai y Deta se habían desprendido también de sus pantalonetas. Esta es la única ocasión en que todo el grupo por igual vivimos en la presencia del Creador un capítulo hermoso de la Biblia (Gen. 2, 25). 113

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