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grado se apodera de mi mismo, y me ocupa todo en este lance. ¡ Ver aquella multitud de sacerdotes res– p etables: tantos minb1ros del altar entre el ·fm·or de l as bayonetas terroristas y erguidas , por unos cami– nos intrincados, ásperos, muy lodosos: sin luz, pues la única y débil antorcha, que traían se apagó lue– go , y así caminaban , palpando solo las n€gras som– bras de la noche! ¡Verlos por aquel penozo calvario de dos horas , tremulentos , del todo azorados y con r azon abatudos ! un sacerdote venerable apoyado en su báculo, como Jacob el patriarca, va pasando el J ordan de sus amargas penas: otro Isaac cargado con el peso de sus maduros años, va subiendo el lugar del sacrificio: otro Onias, caído en el suelo, y que– brado uno de sus brazos , va mesclando sus temores con suspíros muy amargos ( 4 ). ¿Y cuantas veces aque– llos infelices caminantes volverian sus ojos atras, co– mo los sacerdotes de Sion llevados á su cautividad, y exclamarian ¡O Sion amada! ¡O dulce reposo! O Manresa ! delicias de los buenos , asilo de la piedad, domadora de tantos enemigos A y quien? ¿quien nos separa en este día de tus brazos, y de tu beneficencia~ l uego oían á su lado los clamores de lo.s otros com– p afíeros , y padres de familia que vaticirrando ya , p or cierto mal agüero la desgracia muy cercana, ex– clamaban igualmente ¡ á Dios, Esposa , á Dios ! ¡ ay hijuelos mios ! ¿ y como quedais en este dia ? vuestro padre va pisando el sepulcro, morirémos ¡ ay.... ! Sino hubiesen sido tan amargos aquellos acentos doloridos, seria mas fácil explicarlos. Los victimários feróces y cómplices sacrílegos, con la luz de la Aurora, que r aya á sus ojos , han descubierto ya el altar del sacri– ficio , y el señalado sitio de los tres robles ha de ser el ara = : ya deseaba yo llegar á este punto , aunque con dolor mio, para darle á la cosa toda la pintura a

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