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mi "eneno mortal , sin perdonar 1o mas sagrado del santuario mismo ' ·nuestros fervorosos hermanos ' co– mo encinas de Basan' , ó como los cedros floridos de la casa del s~ñor ' no cedieron jamas á los ímpetus mas fuertes de todas sus avenidas; fueron siempre constantes , siempre religiosos, siempre capuchinos : el decoro y respeto á su profesion y habito santo , fue su di visa y grande honor : el nombre y el ser de fray– l es menores , toda su gloria : la religiosidad seguia exactamente sus pasos : el súfrimiento en las penas nunca se apartó -de su lado: y haber resistido siempre .á la impiedad turbulenta , á quien los incautos y cie– gos, humillados á sus plantas, recibían con los brazos abiertos , es ahora su grandeza elogio y mayor apolo– g.i.a. Sigamos pues tan digno modelo , como nos ins– piran aquí las reliquias de su mortalidad preciosa , y no olvidemos el mas dulce consuelo que tal vez es– peran sus almas de todos nosotros. Un levísimo des– cuydo, un solo desliz, una ceremonia pero exacta, 6 un sacrificio menos fervoroso pudo haber hecho en ellos el mismo est1·ago, que lloraba la esposa en su mística viña por las raposiUas : puede muy bien , que la divina justicia, no satisfecha aun con todo rigor, los tenga detenidos en la cárcel del purgatorio, en los calavozos de fuego, copioso y muy rapido; pero mas, que aquel rio de llama.s , que vió D.:miel salir del tro– no divino: penetrante y muy vivo; pero mas , que aquella hoguera de Nabuco, cuya voracidad, á dis– tancia de cien pasos, convertia en cenizas cuantos se arrimaban á ella: horrible y muy to1~edor; pero mas, que aquel del toro de Fálaris, en cuya cavidad der– rüida y ardiente , sepultados vivos los delinqüentes, daban bramidos los n;ias espantosos: en este caso pues, como N oe esperan con ansia la paloma del arca con fJ verde ramo de nuestros .sufragios : como los tres
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