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( 20) pestad y bor1•asca••.• .asegurados siempre de ver cuan• to ántes el buen órden en todas las cosas, nuestra re– ligion oprimida restituida otra vez al cenit de sus glo• rias primeras; nue.tro abatido monarca otra vez so– bre el trono augusto de su poder absoluto; y la na– cion espirante otra. vez á su lustre, y resplanclor ofus– cado ; no rindieron jamas su corazon invensible , al querer de unos príncipes los mas tenebrnsos : leyeron con desprecio , cuanto dictaba la sordidez de sus mi– ras: hablaron con reserva entre los buenos : acudieron á Dios : oraron con fervor; por esto se hicieron dig– nos de los premios eternos; recibienclo ya en el dia la recompensa debida, y el galardon, que merecen, m-0do coronantur, et accipiunt pa.lmam. Püblicos y sun.. 1 tuosos funerales, traslaciones lucídas, sepulcros glo– riosos; heos a.quí las coronas y palmas con que suele inmortalizar la gloria de sus dignísimas víctimas la gratitud de los pueblos , celebrando su merito , y desa. graviando sus manes. Simon ma-cabeo recoge los hue. .sos de Jonatas sn hermano, que babia sacrificado Tri– fon , y con su digno funeral , t.an lucido , que Ie hizo en Modin, nos dexó su memoria ( 12) : el grande amor y afecto., que profesaba Antígono á Demetrio , su pa– dre difunto., le obligó á conducirle de la Syria á Gre– cia, y la nave real cou que venia su urna de oro, cu... bierta de flores, entre el resplandor de las armas, y celocada en lo mas alto de todo , formaba el grande espectacúlo de todas las gentes, y parecia traer la ma· yor prenda de su corazon ( I 3 ). Manresa, cuyo tim· hre singular es la fidelidad mas heroyca , tan pronta y sumisa para escuchar la voz del altar , y del trono; como tremebunda para repeler á sus fuertes contra– rios : Manresa siempre justa , siempre generosa , y que á nadie se mira segunda , en obsequio de sus hijos be~ némeritos que la honran,, acaba de expl'esarse en estos

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