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Heos aqul, que á nosotros nos sucede lo mismo, que al santo profeta Ezequiel con aquel misterioso volúmen ~ ó libro opistógrafo: libro de penas, qué llevando escritos en su interior lamentos, suspiros y ayes , l e había llenado el corazon de amargura ; libro de consuelos , que devorado despues , y descubierto con estos arcanos profundos, se le conyirtió luego en una dulzura muy parecida al panal ( 8). Este ceno– táfio , propia region de difuntos, casa enlosada de. muertos, libro de nuestros hermanos, cuya perspec– tiva y exterior aparato contiene el voluminoso tra.. t ado de tantas desgracias , y nos excita la pena ; des– cubriendo ahora Ja grandeza de su precioso depósito : publicando el mas glorioso triunfo con escozor eterno de todos los malos; que placer mas de1eytoso y divino! ¡ que monumento mas digno de suavidad y dulzura! l\l uy amarga no fué, es verdad, la espantosa catástTo– fe de nuesti·os religiosos ilustres: muertos cruel y muy atrozmente : abandonados al campo con un modo el mas vil é indigno ~ Sin, piedad , sin sepultura , sin otras exequias , que un simple : R equiescant in pace ~ que pudo proferir el buen corazon de un sacerdote , tem– b lando aun de temor , estremecido del todo , y levan.. tando ]os ojos ( 9) : : Pero ¿y que importa todo esto, si á la vi va luz , al 1·esplandor que despiden en torno estas antorchas , los vemos otra vez ~ como presentes y vivos : y todo aquel teatro tan bárbaro enteramente mudado: la opresion en obsequio: el oprobio en triun4 fo , y la muerte en inmarcesible corona. Los vemos, como otros tantos Mardoqneos vencer gloriosos sobre la soberbia y presuncion de los necios Amanes, sien– do ahora pregoneras de veneracion, y respeto las calles y plazas, que lo fueron entónces de atropel1amient0-, y desprecio. Los vemos, como otros tantos Joséfes en– tre vivas de aclamacion , y de juhil~ ; pudiendo cada

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