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g~ americanos en veinte millones ele duros? Sobre toclo pu· do caber algum1 vez en el corazon del principe ma;; vil, que al mismo tiempo que en Fontaineleau " ga– rantía la corona de España con todos sus dominios en la persona de Cárlos IV, y expresamente en la de to– da su familia , " mandase entrar en la España exérci– tos formidables , para conquistar aquellos mismos domi– nios, encadenar á sus reyes, y desolar sus provincias~ Solo un Maquiabelo pudo inspirar e'ste plan: solo un discípulo suyo se atrevería á cul'I}plirlo: solo Buonapartc lo ha llegado á realizar. ¡Con qué descaro! Quántas contradicciones! ¡Qué de falsedades! la posteridad reusará dar crédito á fa his.toria de nuestros dias. Lo.> siglos venideros juzga– rán los hechos , que la componen, como algunos de los que refiere Homero en sus Iliadas , ó como los de Ti– to Livio en su historia de los Romanos. A pesar de la exáctirud en recogerlos y la escrupulosidad con que los españoles los haa notade, la crítica mas prudente temerá asentir á tantos crímenes ; la fé mas dócil se resistirá ,1;ubscribir á ellos; y juzgará deben computarse en– tre las ficciones de los tiempos heroicos. ¡Qué no pudie– ra detenerme á analizarlos!....• son notorios..... todos los saben..... Pero citar~ algunos para manifestar que no son pro– yectos nuevos de los que se han valido los franceses, para efectuar ~us planes de la conquita de España; sino que son los antiguos inspirados por los filósofos (de que ya he hablado): y que tantos crímenes como han rea– lizado sus ideas entran siempre como elementos que de– ben constituir las bases del imperio de la fisosofia, e~ trastorno de todas las autoridades, la deposicion y muer– te de los reyes, y el exterminio total de la religion de J t:m-Ch risto. Buonaparte determina dar la última mano á esta gran– de obra, contribuyendo por si mismo á la prision de

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