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76 . principales de las iglesias , y conduciéndolas á la casa de la moneda. La Francia conocía nuestros apuros, y no ob,rame , nos apretaba por los subsidios que nos iban cada vez debilitando mas , reduciendo al extremo de la rniser;ia á los mir-Iistros del culto, y arruinando sus tem– plos. Nuestro gobierno, guiado en todo por lo.s franceses, para sat·isfacer sus pedidos, inventaba di.ariamente nue· vo.s arbitrios , que unos en la mayor parte , y otros en su totalidad recaían siempre sobre el eclesi'1stico_. Algu– nos de nuestros ministros se hicieron famosos en Espa– .ña, por los mismos medios que el ateísta Neker en Fran· cía. Su ciencia se reducia á excogitar medio.s con que gravar las iglesias por ali:yiar al estado; y no hacían rpas que enriquecer el erario de Francia , empoiJfeciendo !Os ministros de Jesucristo, y de;olando tódos Jos pueblos de España. Al clero de Francia para privarle .de todas sus ren– tas y aun de sus diezmos, se le conduxo PC!Y estas sen– das: el de España ha sufrido · mucho : cada día se le iban cercenando las propiedades. Lafilosojiti asalarió los ministros del santuario en aquella nacion, y sujetó su subsistencia al arbitrio de un Maire del modo que lo está un soldado inválidb. ¿Y el clero de España ven– drá á parar á tanto abatimiento? No respondo.... Solo digo : los planes de la Francia seguidos por algunos .de nuestros estadistas hasta el momento de nuestra revolu-' cion indican suficientemente que á esto se aspiraba. . ¡Re· ligion adorable! ¡A qué estado tan humillante te han re– ducido en la España los filósofos de la Francia y Jos es~ pañoles sus sectarios! .... La Inqu i~icion, que desde su establecimiento ha ser. vido á la iglesia de un poderoso baluarte , ganada al– gun tanto por los nuevos' filósofos , rro e fonia ya 'la re– sistencia necesaria á los ataques que J_e daba la Fran– cia. Sus sabios trabajaron mucho tiempo , por exti11guir de la España un tribunal, que desde su principio ha impe·
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