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68 invasion sino de la Francia? Pt1ede llamarse en tof!o ri– gor á e>te tratado el resulrado de todas las intrigas, se– ducciones, Ji,onjas, el punto céntrico de donde salian y á donde se reduxeron todas las líneas, ·que tiraba aque– lla nacion en la solucion del problema· l cómo se con• quistará la España? En virtud de este tratado nuestros millones y nues– tras fuerzas todas se pusieron á discrecion del gabinete de París; Nuestros navíos y nuestra marina se reputaron desde esta época como partes integrantes de las esqua- 4ra.> de Tolon y Ba·esr. Una numerosa armada de nues– tros mas hermosos buques se les mandó á sus puertos, y estuvo años enteros á su disposicion: se quedaron des– pues con los mejores navíos, los restantes tuvieron ór– de:n de pasar á Tolon. La mayor parte de todas nues– tras fuerzas n&vales, fueron destruidas <Í nuestra vista por su causa, én los cabos de Ortega! y Trafalgar. ¿ Quándo volverá Ia Espafia á recobrar su marina~ . La l)Q>teridad lo dirá. El exército siguió la misma suerte. Se dividieron– nuestras tropas, para conquistarnos con mayor facilidad. - Una division numerosa pasó á la Italia' Qtra aun mayor caminó para el norte ~ y casi el resto que nos quedaba marchó para el Portugal. La fapafia quedó privada de su defensa , puesta á merced de una potencia extraña, que siempre ha sido su cruel rival. El espafiol llo raba su · próxima ruina, su miseria, su infelicidad: sus lágrimas erun estériles : estaba ya vendida sil patria , todos sus dominios, su honor, su opulencia, su gloria, su libertad. Una baxilla de oro regalada á Godoi por el agente fran– cés, foé el precio en que se ajusto por el tratado de San Ildefonso toda nuestra gran ,nacion. Los consejos , los grandes, todos callaron : nadie levantó la voz : nuestra apatía era general..... No: no llegamos á un estado tan deplorable por el trastorno momentáneo de nuestra .monarquía, ni menos
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