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67 I!a capital la disolucion, el libertinage, la obscenidad, la prostitucion de unas damas, que se elevaron por la. revolucion á la clase de primer orden, perteneciendo por derecho de propiedad únicamente á la cas;Í <le corree-. cion. Peinados, ralles altos , calzados, <lesemboltura, des– nudez, la molicie, la delicadeza, los vicios hijos legíti".' rnos de la inmoralidad, que caracterizaba el meretricio de las francesas, y que reprueba nuestra religion y to· da moral, en parte ó en el todo se llegaron á imitar por mucbas españolas. No quedó en esto solo nuestra mutacion. Lai mesas, las comidas y las horas, la servidumbre del café, los lícore•, todo era á lo francés, todo publicaba su ori~. gen de Francia; y lo que mas muestra nuestra galo-ma– nía e>, que nada se vendía, sino se titulaba con alguna denominacion de aquel pais. Nada nos qued11.b¡¡¡ que imi– tar de aquella deshonrible nacion, quarido. despertamos . del letargo que nos produxo el opio de su amistad. Descorrióse entonce> el telon á la escena pt·eparad.a en nµestro:; pueblos por la Francia : la España se dexó Yer postrada ante el trono de su mayor enemiga con los gri– llos á los pies, la cadena al cuello, y en traje de una esclava en todo sometida á su poder. ¡Qué represen– tacionl No parecerá extraño este doloroso quadro de nues- · tra nacio11, si se considera el estado á que la redu– xo rn aliam.a con la Francia despues de la paz de Ba-. siléa y tratado de San Ildefonso. Por él manifestaron los agentes franceses cort- la mayor claridad sus ideas sobr'" la fut!Jra - suerte de la España : desplegaron los conocimientos profundísimos de ~u maquiabélica polírica: y dieron á conocer el máxímum de su infernal diploma-: cia. El hombre mas estólido conocería ·que una tal alian– za of~nsiva y defensiva con la corte de Versallcs redunda– ba solo en 'beneficio de fa Francia, j en perjuicio notable de nuestra nacion; ¿De quién.podíamos nosotros tenier una,
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