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65 que le babia elevado ;Í u·na gloria que jamás mereció! La p o>teridad lo juzgara en la >UCesion de los siglos, y en el tribunal de todas las naciones saldrá reo de tantos males c:omo afligen á la especie humana, por las guerr:ts y conquistas de la Francia. En especial nuestros descen– dientes se quejarán en el extremo de su amargura, de una paz, que sacó tan crueles enemigos de sus trinche– ras, y los colocó en nuestros pueblo.>, en nu.estras casas, en lo interior de nuestro pais, para consumar el ex– terminio de nuestra amada par ria, y la ruina de nues– u-a adorable ¡eligion. Sí , espari'oles, en esta época puede datarse el ori– ~en de nuestra m:iyor d egradacion. Hasta aquí desde los principios del siglo diez y ocho nos habiamos uni– do á kis franceses: por momentos fuimos sus eurn1igos despue.1; pero desde esta paz_nos humillamos hasta so– meternos á su arbitrariedad y ,despotismo. Una m ulti– tud de franceses, á manera de enxarnbres, se introduxe– ron por las provincias, y sembraron las máximas de su revolucion , y los exemplos de su inmoralidad en todos nuestros pueblo~. Daban por bases para la regenerac'!on de la Europa (que decían ser indispensable) la liber– tad é igualdad que habia proclamado la Fra1;cia contra la uwrpacio11 de los monarcas, y las supersticiones de la religio11. · El alhago de las pasiones, la novedad de unos prin– cipios que prometian bienes incalculables, la galantería, charlatani>mo, profosion, orgullQ, marcialidad de los militares franceses predicadores de estas ide;is, les hi– cieron kallar acogida en el corazon sencillo del espa– ñol, y generalizarlas á casi todas las clases de una nacion, que si le declaró la guerra, foé por un fervor que siempre es efímero, si no se sabe sostener con teson, y avivar cada vez mas. Dos años no' d uró es– ta lucha, que debia ser eterna , existiendo las dos na– ciones. Nuestra uuion á la F;·ancia no hizo mas que 9
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