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62 to de nuestrll piedad excitados por los ~sacrilegios y profanaclones de los franceses , los exórtos de nues– tros obispos y predicadores para ca>ii.gar los horri– bles atentados q_11e diariamente cometian contra nues– tro Dios y sus ministros, produxeron un alarma gene,. ral en nuestras provincias , que - nos conduxo gustoso¡ á los Pirineos , que nos hizo sacrificar todos nuestro~ intereses para la guerra ; y que ademas nos movió á levantar toda la Europa, para sofocar en su mismo se• · no el fuego de la rebelion y destruir el monstruo de la Francia que lo iba todo á tragar. Nos unirnos par– ticularmente con el alem:m: le .dimos en subsidio vein– te millones de pesos. Juramos á la faz de todo el mun– do el castigG de la Francia, su exterminio ó la su– mision. ¡Incautos españoles! Una nacion rernelta á defen– derse nadie la conquista: todo se sacri_fica á la patria·; todos se re.rnelven á sostenerla: todos soa soldados! no s~ distrae en algun otro objeto: solo aspira, sol<> piema... la única ocupacion de todos sus habitantes es defenderse de una agresion que no le dexa medio en· tre la victoria, la esclavitud ó la muerte. Atenas dió esta leccion á los Persas : Francia la ha repetido á la Europa , y ha enseñado lo que puede una nacion reu– nida: La Europa ha mostrado lo que hace la division. El interes· de cada una de las naciones beligeran– tes est;í siempre en oposicion con el de su coligada. Las diversas coaliciones que se han formado suce~ivamente contra la Francia elev-an esta verdad. á ser un princi– pio ·político , que no se debe poner en cuestion. Los gabinetes de Londres , Berlin, Viena , S. Petersburg, Napoles y Madrid siempre emwieroa divididos. Cad:i una de estas potencias aspiraba á su engrandecimiento: ninguna se puso de acuerdo, ni dirigió sus planes poi! interes general. La historia comprueba su injusto pro~ ceder, ·y 111· errado de sus cálculos: una nacion sola ha
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