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60 se en ToTosa, Monpeller 'ó Pads. ' De este moda su lengua se llegó á vulgari– zar entre nosotros. Nuestros niños aun no sabían el ca– tecim10, y ya hablaban el frances. El bello sexo se tin– 'turaba en 'los conocirilieJJtos de· esta ·lengua, y reputa– ba com9 un donaire, mezclar en las cenv·ersaciones mas familiares algun término frances. Nuestra lengua ar– moniosa, dulce, rica, se ha lJc:gado á alterar con la no– menclatura de sus voces, que apenas pode.mos. ya dis;.. tinguir. La devocion se ha afrancesado tambien. Los libros en las manos de las señoras si han de concurrir al tem– plo y asisrir al santo sacrificio de la mirn , les han he– -cho preferi-r (como á las francesas mas devotas) la ·:lectura á la oracion. Aun la cátedra .del Espíritmanto ha sufrido. mutacion. Nue.<tros predicadores siguen é imi– tan en. sus discurso> á los Masillones, Bourdalues y NenuA villes ; y á los que á estos sirvieron d_e maestros , co– mo los Barcias, Lanuzas y Granadas, no se atreven á mimbrar. La teología y filosofía se da en muchas de nuestras universidades por auteres franceses .. La histo– ri;i S::! estudia generalmente por sus obras. En una pa– fabra, los libros fran<ieses han corrido con aplauso, , s¡; han apetecido, con ansia f se harr copiado con ?hinco: y aun quando no hayan ,tenido mas que unos conoci– mientos superficiales , y una vana. ostentacion df . doc– trina , solo por el hecho de ser de aquel pais, se han :visto (con: dolor de nuestros verdaderos sabios) ante– pon¡¡r <i los nue~tros, que siem.pr ¡; han sido de mas nervio, (!¡:mayor solidez,. y de una ciencia superior, r Tal era· nuestra &ituacion politico,rnoral respecto de la Francia, quando sobrevino su revolucion. Multitud ds; m1estros espafroles estaban unidos á los franceses por sus relacione' é intereses : no po;:os por haber participado de' su ilustracion : lo 1m1> estaba hecho para,. irnestra in vasion . y cenquisra. 1~odps los jntereses siguen sjem-
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