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. s Q uanClo la patria peligra todos sus hijos deben ;armarse para defcndeda. La naturaleza, siempre próvida, ha impreso en nue;tras almas unas ideas tan vivas co– mo indelebles , que nos impelen hasta sacrificarnos gus– tosos por su amor. No es el fanatismo'· no ·las preocupa– ciones de la infancia, ni menos la educacion de nues– tros padres· 'j maestros, quien dá al hombre valor ex– traordinarjo para repeler á un enemigo, que le quie– re privar ·del suelo que le vió nacer. Los derechos de 1 hoinbre u nos mismos en todos los paises de la tierra é inmutables en la sucesion de los si– glos: la sociedad en la que por naturaleza nace y vive hasta morir, y las leyés que de ella dimanan; todo quanto Je rodea, y alcanza ver c:on sus ojos apenas aparece en el gran mundo., con una voz muda, pe.r,o imperiosa y enér– ·r;ica, le habfa .con claridad. al corazon, "esta es tu pa– tria... ella te ha .dado el ser.•. debes amarla como á quien te ha engendrado en su seno... prefiere tu muer– te á su esclavitud: Los qu~ viven entre los yelos de la Laponia, y Jos moradores de la abrasada Libia: el q ue nació en medio de una corte de magnificencia y e;plendor, como el que no ha visto mas que las cabañas y las chozas, todos sien– ten una inclinacion secreta Mcia la cuna en que res– p iraron la vez primera, y todos perciben en d fondo de su alma las dulzuras de su amor. De esta lei. comun , que se extiende á todo racional, p aree\! deberán eximirse ciertos hombres, que por lo -ra– IO se han notado en casi todos los siglos , y que en el irnestro por su excesivo núnie ro se pueden ya calificar. , EU?s mismos se atribuyen .con P itagoras el título de Filosofas por el am9r que dicen tienen á las ciencias, ó por sus deseos de hall~r fa verdad : se llaman Espíritu¡:.

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