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120 vanagloriaba en su orgullo" iba á batirnos casi en el mis. mo terreno y dia en que la supersticion español-a contaba .los triunfos de las navas de'folosa. ¡Así aquel impío se mo; faba de nuestra religioh ! Dios y su madre volvieron pO): su caµsa: ostentaron su poder á favor de. los esp<tñoles; esto se hizo público por todos los papeles. En el acto de fa ,batalla se vo~ó una accion de gracias alcanzada la vic– toria : el cielo llenó nuestros deseos : y la Esp:iña reco– nocida no pudo menos , que consagrar públicamente eu los templos del Dios de los exércitos los trofeos de nues– .tro valor, como primicias de nuestra .fé. Nuestros filósofos que entonces no se dignaron ap;i– recer, sin duda por no confundirse con el pueblo, ó por no degrada.r su ¡To filósofo! no nos tildaron entonces de cddulos , supersticiosos , fanáticos. Ahora ¿se burlarán de nuestra p: 0 dad? sin duda se rie'n de este aserto. Atri– buyan enhorabuena á mil incidencias aquel triunfo ; yo les repito el sentimiento universal de que fué un pro– digio de los cielos , y sino un resultado feliz del va~ lor que eA. nuest~os militares babia infundido la religion. Solo ella sabe inspirar en sus hijos aquella resolt.:cion fir;o I'ue, constante, que en el principio elevó á todos. los es– pañoles al grado mas eminente del heroismo. Esta es la que ha merecí.lo todos nuestros triunfos. La Europa se admiró con su noticia. Los españoles dirán qt~é fué lo que mas les electrizó, s.i esta victoria corno efecto de nuestras disposiciones militares para la batalla , ú el re– conocimiento público de ser una señal nada equívoca de los cielos á nue:,tro favor. Q,iisiera que los gloriosos días de nuestra insurrec– cion jamas se olvidasen por los españoles. ¡ Ql1é devo– cion,, qui! piedad , qué religion ! Hablo lo que ví. Pt1• blicist1H, sabios, políticos , filósofos , que zaheris los mi:– nistro; del santuario, y que pt·etendeis reformar los abu– sos. de la religion, tráed á la memoria los felices dias de nue;tra revoluciun. ~Quereis saber de qué sir.ven los regu·