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sin agua, sin luz, sin alcantarilla– ao; con callejuelas estrechas y mal– olientes, cubiertas de polvo en ve– rano y de barro en invierno; con casas que, en su n,ayorla, se redu– cen a uno o dos cuartos, tan llenos de trasteda como vacios de cosas útiles; con dos o tres somiers, sin colchón, tirados en el suelo, para cinco o más personas... Viviendas infrahumanas, más propias de ani– males que de seres racionales, ins– taladas a espaldas de la ley, en cuevas y ribazos, alijares, páramos, andurriales y colinas, construiaas muchas de ellas con latas oxidadas y techadas con trozos de uralita abandonada. Tal es el suburbio en su aspecto flsico considerado. b) En su aspecto religioso, el suburbio no desmerece del flsico. Si infrahumanas son las condiciones físicas en que vive esta pobre gente, infrahumanas son también las con– diciones religiosas. Es una triste realidad que la gran mayoría de la población suburbana de nuestras granaes ciudades está al margen de la religión y de la Iglesia. Figuran, sí, como católicos, pero viven como paganos. Y no es que no crean, no. Son todos creyentes, pero con una fe sin obras. Creen que están obli– gados, como católicos, a oír Misa los domingos y festivos, a confesar y comulgar una vez al año, etc. ; pero no se preocupan por cumplir esas obl igaciones. Y asl se ven, con harta pena, vacías las iglesias y ca– pillas de los suburbios a la hora de cumplir los deberes religiosos. Hace varios años me aseguraba un celoso párroco de un poblado de 6 la peciferia que, de las 6.000 almas que cuenta su parroquia, sólo oian Misa los domingos una docena de personas mayores. o es raro encontrarse con chi– cos de once años y más que no han hecho la Primera Comunión, ni tie– nen la menor idea de Dios. - ¿Cuántos dioses hay?, pregun– taba hace tiempo a un ancianito que yacia tendido en un misero camas– tro de paja. -Tres -me dice- : San José, la Virgen y el Niño Jesüs. Casos como éstos de ignorancia religiosa son frecuentes. ¿Y qué extraño es? .:-Ji los niños asisten a la catequesis, ni a las escuelas, ni los padres se preocupan por ense– ñar a sus hijos la religión, que ellos ignoran. Las causas principa– les de este abandono e ignorancia religiosa hay que buscarlas en la preocupación por la conquista del pan del dla y en la escasez de tem– plos y de sacerdotes en los su– burbios. A la primera de estas causas se referla Pío XII cuando decla que : "La práctica de la religión exigía un mínimo de bienestar material." De un obispo belga son estas grá– ficas palabras : "El Evangelio no se puede preCiicar a estómagos vacíos." Y muchos lo están .. . ¿Qué hu– mor puede tener para rezar un pa– dre a quien sus hijos piden pan y no puede dárselo? La realidad es que muchos padres de familia no encuentran trabajo decorosamente remunerado, que a muchos no les llega el jornal diario para cubrir las

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