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mosa c<lpi lla , en cuya fachada se yergue airosa una campana que con su~ voces argentinas convida a los fieles a la oración. Todos la oyen, pero no todos la obedecen ... Muchos, ocupados por el pan de cada ola, hacen ofdos de mercader. Pregunto a uno de ellos: ~¿Ya oye misa los domingos? -En mi pueblo sí q ue la ofa. -¿Y aquí por qué no la oye? -¡ Es que como los otros no la oyen! -¿ De dónde es usted? -De t\ ndalucla, cerca de Jafn. -¿ Y cómo ha dejado su casita en el pueblo para venir aquí? -Pues mire usted, Padre. En el pueblo es verdad que teníamos casa, pero no teníanws qué comer, y aquí, aunque no tenemos casa, va– mos teniendo trabajo y qué comer. E l d iá logo evidencia dos cosas : J.•) Que la generalidad de las per– sonas que vienen de los pueblos a vivir en los suburbios practicaban allí algo la religión, y en éstos, ante el mal ejemplo de otros y la indo– lencia suya, abandonan la práctica de la religión. 2.•) Que no es cierto ni mucho menos el espejismo de la ciudai:t lo que les atrae, sino el afán de lograr garantía de continuidad en un tra– bajo que les permita atender a sus necesidades. e) Barrio de Santa Catalina. He aquf otro cnmpo de mi apos– tolado. Se halla contig uo a la es– tación de ferrocaril de Vallecas. Pertenece a la parroquia de Villa– verde Bajo. Cuando de él me ocupé contaba con unas 250 familias, hoy ha disminuido. El personal hace su vida en ~ladrid, regresando al ba– rrio por !a noche. ~o es mala gente, si bien indiferentes en materia reli– giosa. Económicamente no están muy n1al del todo; trabajan en Ma– drid muchos, incluso mujeres, y bien se echa de ,·eren el ,·estir que no viven en la miseria. La mayor necesidad que encon– tré en esta gente fue la religión. Grandes y pequeños vivían al mar– gen de la 1 glesia : sin Misa los do– mingos, sin cumplimiento pascual, ni inStrucción alguna catequística ... Por aquí habla que empezar. Para ello urgía disponer de un local con– veniente para todos los de este barrio. Por fortuna conseguí del Ayuntamiento el que se me con– cediera la planta baja de u n peque– ño edificio que tenía destinado no sé para qué otros fines y lo habilité para capilla, catequesis, escuelas, etcétera. Adecentado, pintado y hermosea– do el local, tuve finalmente el con– suelo de celebrar allí la Santa Misa y ver al Señor Sacramentado en nwdio del barrio. La asistencia de niños y mayores a la i\lisa dominical era verdadera– mente consoladora. Organizada la catequesis, la caridad a domicilio, etcétera, en la imposibi lidad de po– der ntender personalmente a este barrio, se lo confié a los Padres Agustinos Recoletos. f) Barrio de Orcasitas. Ocupa una extensión de varios kilómetros desde la carretera ae To- 59
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