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t.lios para v1v1r. "En nuestros pue– blos - m.e dicen- teníamos casa para vivir, pero no renlamos qué comer. Y aquí, aunque no tenemos casa, tenemos qué comer y lo pre– ferimos." Así nwchos a quienes pregunté. El razonamiento es con– vincente. ·o, no es, como muchos dicen, el espejismo de i\ladrid lo que despuebla a España, s ino más bien el no tener para poder vivir en los pueblos. ¿Qué extraño es que ante el escaso rendimiento del campo, debido a factores na turales y huma nos y a la carencia de in– dustria, que pudiera dar ocupación y trabajo remunerado, se vean pre– cisadas las familias a -emigrar a la ciudad en busta de medios de vida? Todos a l salir Cle sus pueblos se ,·en precisados a abandonar a sus muertos, su hogar, a la tasita que fue testigo de los acontecimientos m.ás emocionantes de su vida... Y esto no se abandona sino por una fuerza mayor, por una imperiosa necesidad que sólo el Estado puede remediar. Compadezcamos más bien que critiquemos a los que no sin gran dolor tuvieron que dejar lo que más amaban y aportemos nuestro granito d-e arena a la humanitaria y caritativa obra de socorrer al ne– cesitado, practicando la obra de mi– sericordia octava en favor del su– burbio. Lanzado ya a la empresa, un gru– po de fen ·orosos catequistas me prestaron valiosa ayuda. Se visitó casa por casn, fam ilia por familia. Se anotaron las necesidades más urgentes, se procuraron prendas de vestir, alimentos, medicinas, hospi- 58 ta les para los enfermos que lo preci– saban ; y se organ izó en debida for– ma la caridad a domicilio. Bien pronto se t!chó de menos la falta de un centro común para los actos de culto e instrucción rel igiosa de ni– ños y mayores, así como para la en– señanza elemental de todos. Pero, ¿dónde construir este centro y con qué med ios económicos'? La Provi– dencia vino en nuestra ayuda. Co– menzadas las obras con un dona– ti\'O de 100 pesetas, tras mi llamada por Radio España conti nuaron lle– ga ndo otros de más importancia, hasta completar la cantidad necesa– ria para la construcción de esa ca– pilla-escuela, que fue bautizada ton el ncmbre de San Antonio. Y aquí una pequeña enéc<.lota. En plena obra de construcción se me acerca un agente de la autoridad que me echa el alto y me exige autorización _\' planos oe la obra. -¿Autorización? -le respon– do--. La necesidad extrema no la necesita, y en cuanto a los planos los realizo yo sobre la ma rcha. Satisfizo o no la respuesta, lo ignoro; lo que sí es cierto que na– die me volvi6 a molestar, y que en brev'C la construcción de la capilla– escuela fue una hermosa realidad. Sus familias con numerosos hijos disponen en la actualidad de un her– moso centro de religión y cultura, en el que rcdb-en pan para el cuerpo y alimento para el almn y In inte– ligencia. A la vern de la rarretera de Villa– \'Crde al pueblo de Vallccas el cami– nante puede contemplar junto a un grupo de míseras casuchas una her-

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