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tabiques para separaciones de habi– taciones para padres e hijos con la debida separación ; en una palabra, se humanizaron las casitas o chabo– las del barrio. Y todo esto con un coste irrisorio, ya que los materia les se recibían de limosnas, la mano de obra era eje– cutada por los mismos dueños y la dirección la ofrecían gratuitamente los aparejadores. La inauguración oficial i:le estas casitas constituyó un acontecimien– to e"-traordinario en el barrio. El excelentísimo señor Fray Angel Tu– rrado, Obispo misionero capuchino, bend ijo solemnemente cada una de estas casitas entre aclamaciones de júbilo, estampidos de cohetes y ale– gres cánticos. ~l ujer hubo que al hacerse cargo de su casita, arregla– da y hermoseada, se desmayó de emoción . Y con esto nos despedimos del barrio de Las Carolinas, primer centro de mi apostolaao del subu r– bio, para relatar brevemente otras actividades en varios suburbios del sector sur de la capital de España. b) Barrio de San Francisco ( Pol– vorines). Fue éste mi segundo campo de apostolado, juntamente con el de Las Carolinas. Se halla situado en la carretera secundaria que parte de la ¡!'eneral de Andalucía al pueblo de Vallecas; pertenere a la parro– quia del mencionado pueblo y se encuentra a dos kilórnetros escasos de éste. Su creación se debió a un accidente fortuito. En medio de una 'iO extensa y desolada llanura vivía un pobre matrimonio con dos hijitos de corta edad. Cierto dia, hallándose todos ausentes, se prendió la choza de paja en que vid an, quedándose materialmente convertida en mon– tón de ruinas. E nte rado de la situa– ción de este pobre matrimonio, me dispuse a remediarla. Para ello lan– <"é mi SOS por Radio España, ex– poniendo con negros colores el caso y pidiendo ayuda para construir una vivienda para esa pobre fa– milia. La llamada fue atendida, y con los donativos recauaados pude cons– truir su casita al mencionado matri– IT\Onio, teniendo aplicación una vez más el dicho de que "no hay mal que por bien no ,·enga " . Bien pronto CO!l'\enzaron a surgir en torno de la mencionada .:asita chozas y más chozas. Asi algunas, por las buenas, donde mejor les parcela a los particulares, y otras en terrenos comprados a bajo pre– cio a los dueños. La necesidad acuciante de algu– nas otras familias, sin techo para cobijarse, sin lumbre para calentar– se y sin pan pa ra alimentarse, jun– tamente con las fac ilidades que daba la enwrcsa propietaria de los terre– nos para la adquisición de los mis– mos, motivó el que n1e lanzara a la empresa de construir unas vcinti– tantas casitas, con destino a las fa– milias más necesitadas. El material era suministrado por mí, y un albañil del barrio, aseso– rado por otro no más honrado que el prirnero, era el encargado de la edificación de las viviendas. Estas
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