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un comunicado del adminisrtadof del propietario de estos terrenos en el que se me dice: "¡No licent! ¡ ?\o licent ! " No es licito usurpar los bienes ajenos contra la voluntad de su dueño. E l diálogo entre el administrador de los terrenos tuvo su parte de agri– dulce: -¿Es usted quien ha construido un grupo de viviendas en los terre– nos situados en el barrio de Las Carolinas, en la margen derecha del do Manzanares? -Si, señor. -¿Y no sabía usted que esos te- rrenos tenían dueño? -Lo ignoraba, señor. Como es– taban valdíos, pensé que no eran de nadie. Y como por otra parte se tra– taba de casos de urgente nece– sidad ... -Muy mal hecho¡ usted ha co– metido un delito de usu rpación de bienes ajenos y tendrá que atenerse a las consecuencias de la ley, y el asunto será llevado a los tribu– nales... Claro que ni el asunto fue a los tribunales, ni se derribaron las ca– sitas construidas, ni hubo repara– ción de daños y perjuicios como se amenazaba. Administrador y dueño de la fi nca acataron los hechos con– sumados y reconocieron de buen grado la empresa de caridad llevada a cabo por mí. Absolución tan generosa trajo a mi recuerdo el hecho siguiente: Fue en Nueva York, a las puer– tas de un templo católico. Llega un joven sacerdote conduciendo un co– che. Distraído no repara en el lu- gar de aparcamiento. Horas después llega a sus manos una orden del Inspector de Tráfico para que se presente ante el Tribunal a dar cuenta de la infracción de la ley. Comunicada la sentencia, pregunta el J uez al reo si tiene algo que ale– gar en su defensa : -Si -contestó, sin inmutarse, el interpelado. -Usted dirá... -Que ¡bienaventurados serán los misericordiosos, porque ellos alcan– zarán misericordia !... Salida tan inesperada provocó entre los presentes una carcnjada genero!, mereciendo que el Juez pronunciase sentencia absolutoria, al mismo tiempo que sonriente de– da: "Vete en paz y no quieras pe– car más." Y en paz salí yo de mi aventura, si bien contrariado por no poder ya en lo sucesivo apelar a med ios tan económicos y e11.-peditivos para la construcción de nuevas viviendas. En vista de lo cual no hubo más remedio que aplicarse al mejora– miento de las casitas deterioradas ya existentes o a la construcción de otras nuevas en los solares ele sus propios dueños. Se comenzó por el arreglo de las casitas de la calle principal, se con– tinuó por las del llamado "Patio de San Francisco" y se terminó por las del centro del barrio. En algunas hubo que harerse todo de nuevo. En todas se abrie– ron ventanas, se elevaron los te– chos, se pavimentaron los :;uelos, se revocaron las paredes, se reteja– ron las techumbres, se construyeron 49

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