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l\leltladas con una turba magna de pec¡ueftuelos, las Misioneras Franciscanas del Suburbio; con ellos juegan, sallan y se divierten, haciéndose todo para todos para llevarlos a todos n Cristo una distinguida y noble señora, doña Rosario Echevarrla, viuda de Amor6s. El motivo de esta generosa y es– pléndida donación sucedió en la forma siguiente : Termi naba de lanzar uno de mis nngustiosos SOS por Radio Nacio– nal. El llamamiento ern a favor de dos familias con tres hijos de cortos años que se Yeian en la calle a cau– ~ de haberles sido derribada la rhabola en la que los dos matrimo– nios vivían . El llamamiento no fue ('n vano. Al dla siguiente me lla– man por teléfono. -¿.Es usted el Padre que habla por Radio España los s.-\bados por la tarde? - Para lo que usted guste, se– ñora. -¿Seria tan amable usted que pasase por esta su casa, calle :\la– nuel Silvcla, l. -Con sumo gusto, señora. Ma– ñana a las seis de la tarde, si no hay inconveniente, tendré la satis– facción de saludarla . Y dicho y hecho. A las seis de la tarde del día siguiente me pre– sento en casa de la mencionada se– ñora ; una señora de verdad, de porte distinguido, en muy buena edad, de rostro apacible y de moda– les delicados. Me presento y se presenta : -Servidora, R osario Echcvarría, viuda de !\ mor6s. 37

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