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ponen a celebrar la fiesta como ce– lebrarse debe... A las doce, en los alrededores de la capilla, bulle un hormiguero de gente. La campana suena a gloria s in cesar, a rrecia el trueno de los cohetes y de las bombas reales. Lle– gan coches y más coches, portado– res de ilustres personajes. Aquí el excelentlsimo señor Director del Instituto de la Vivienda, con su se- Señoras del Barrio, donante de los terrenos sobre los que se ha edifi– cado la capilla. Cerca de ésta, la señora del General Baquera, doña P ilar Nogueras, Presidenta del Dis– pensario, aco!llpañada de s u esposo y fami lia. Confundidos entre la multitud, numerosos señores sacer– dotes, religiosos, religiosas Fran– ciscanas, l\tarianistas, H ijas de la Caridad, etc., y el público ae la Cualquiera dirá que esta tropa de calladitos y formales pequeñuelos de la Guardería son tos mismos que atruenan el aire con sus algarabías... ñora, padrinos de la capi lla que va a ser bendecida e inauguradaa. Más allá la Baronesa de Bicourp, con su esposo, donantes del altar e imagen de Nuestra Señora del Carmen. En otro extremo, la señora de Fonseca y su esposo, a quienes se debe gran parte del o rnato de la capilla. No lejos, la excelentísima señorita do– i'ia Carmen P rimo de Rivera, P re– sidenta de la J unta de Caridad de capital mezclado con el del su– burbio. Por último, las miradas se vuel– ven ansiosas hacia la carretera ge– neral, en dirección de Villaverde. Alguien es esperado... Sí, se ha o[recido amable y complaciente y lo cumplirá. A las doce y media tiene prometida su llegada el exce– lentísirno señor Obispo Auxiliar de Madrid, don Juan R icote, para ofi- 31

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