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para s us familiares! i\'[as, por des– gracia, son muchas veces s us ami– gos los que les incitan a beber con exceso. De este vicio manan como de fuente venenosa mil enfermedades, siendo una de las más frecuentes la tuberculosis, que tan lamentables estragos O<·asiona en la población s uburba na. Alborozados y alegres, los nillos saludan cariñosamente al P11dre ¡ Gue rra, pues, sin cuartel al al– coholismo! H) Los nmos: ¡Qué lóbrego y triste sería el suburbio sin la a le– gría de los niños! No hay mayor riqueza para un hogar que la rique– za de los niños. Sin ellos, los ho– gares son tiestos sin flores, noches 2 sin auroras, porvenir s in esperanza. Los niños constituyen la porción más preciada de la Iglesia y de su Divino Fundador. De ellos dijo j e– sús : " Dejad que los niños se acer– quen a .MI. .. " " ¡Ay del que esc.·an– dalil'.are a uno de estos pequeñuelos, más le valiera ser arrojado al fondo del mar pendiente de su cuello una rueda de molino!. .. " "Lo que hi- ciereis con uno de estos pequeñue– los, Conmigo lo hacéis... " Cuantas veces la Iglesia ha visto que se a tentaba contra la vida de es– tas inocentes criaturas, privándoles del derecho de nacer, otras tantas ha clamado contra estos nuevos llerodes. Por desgracia, la raza de los He– rodes asesinos de niños inocentes 17
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