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' A renunciar para siempre a la apariencia y a la realidad de la ri– q~eza, especialmente en los vesti– dos (telas ricas, colores llamativos), lás insignias de materias... " C) Los incrédulos: Su número es reducido, pero se dan algunos <·nsos. La prédica constnnte en fá– bricas, talleres, bares y cantinas l'Ontra la religión crea en la mente del hombre la duda, primero, y la convicción, después, de que todo cuanto se le había enseilado en casa, e n la iglesia y en la escuela era una fars;:t. La carencia de pri ncipios só– lidos religiosos que pudieran con– trarrestar las afirmaciones gratui– tas de sus compañeros les lle,·an a admitirlas como dogmas de fe. El estado de injusticia social que contemplan, el hambre, la desnu– dez, la miseria y la necesidad a que se ven reaucidos, arrancan de sus labios gritos de desesperación como éstos : "Si hubiera Dios, seda bue– no, y si fuese bueno, ¿permitiría tnntas injusticias en el mundo?... " Como si Dios estu"iera obligado a probar su bondad borrando del mundo todos los males... !)) Los indiferentes: Son de dos rlascs: los indiferentes teóricos y los indiferentes prácticos. Los indiferentes teóricos tienen por igualmente buenas todas las re– ligiones. A Dios, dicen, le tiene sin cúidado que se le honre de una ma– nera o de otra. El católico que cree que Cristo es Dios y el protestante qtte niega su Divinidad honran igualmente a Dios. Lo que importa es darle culto de alguna manera, aunque los cultos sean opuestos o contradictorios. A este número pertenecen no muchos, pero sí algunos de los que viven en nuestros suburbios. La propaganda protestante ha dejado sentir los perniciosos efectos en la mente de estas pobres gentes. No que acepten su credo, pero si en– gendran en su mente la duda, pri– mero, y la indiferencia después. Y así no son ni protestantes ni ca– .tólicos, porque no practican reli– g ión alguna. En más de una ocasión he oído frases como éstas : "Qué n1ás da pertenecer a una religión que a otra. Tan buenos y mejores son muchos protestantes como los cató– licos... " "Yo soy católico, pero no me importarla hacerme protestan– te... " "Cada uno con l¡¡ religión que le vaya bien . " Los itldiferen.tes prácticos creen, pero no practican. Son católicos de nombre ; católicos porque admiten todo lo que ensei'ía la Iglesia, y en su seno ,•iven y en su seno desean morir. Poner en duda su catoli– cismo sería hacerles una injuria. Son católicos apostólicos, romanos, como lo fueron sus abuelos y sus p:~drcs. La prueba es que están bautizados, hicieron su primera ccr munión, se casaron por la Iglesia, en alguna que otra ocasión oyen Mis;:~, de vez en cuando se despren– den de algunas perrillas para el culto, invocan a San Antonio en momentos de apuro, encienden una vela a algún santo, se visten de há– bito y no rechazarán los últimos 13

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