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Ese estado de cosas ha ido desa– rrollándose vertiginosamente hasta transformar la masa obrera y del campo, llegando al estado actual : degeneración en las costumbres, de– generación en la educación, dege– neración en el decoro personal, de– generación en los sentimientos y degeneración en las creencias. Se trata de un problema de vasto panorama que hay que afrontar. En el orden demográfico, no hay que olvidar que el suburbio 111lldri– leo abarca una tercera parte de la población, mayor que muchas pro– vincias españolas; en el orden so– cial, se trata de un conglomerado de gentes de todas las clases : veci– nos de las villas que deciden aban– donar el trabajo del. campo y acu– i:len a las ciudades en busca de otros medios de vida, que se les figuran más fáciles; honrados trabajadores cuyos salarios no les llegan para pagar alquileres superiores a sus ingresos¡ no poca golfeda y gente de hampa, para quienes aquellas zonas, menos vigiladas, son clima propicio y seguro¡ gentes, en no pequeña porción, degeneradas, con sentimientos y costumbres anor– males. El porvenir que les espera es an– gustioso. La falta de alcantarilla– dos en esos suburbios, los vertede– ros y basureros son focos de insa– lubridad, de anemia, de tuberculo– sis y de raquitismo. Cuántos casos pudiera contar.. . Justo es, por tanto, que todos, la Iglesia y el Estado, los individuos y las corporaciones, aunemos nues– tros esfuerzos por resolver estos problemas o al menos los am.ino– remos. 9

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