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MEDITACIÓK lllonav~n1u1·ados los p<>– br~s, de t'9ptritu; P9rQu& de ~"º" es el reíno de los Ch' los. ('\' ".l1'W! V.3). No vino Jesús al mundo tan solo para redimirnos con su muerte: vino 1ambién para enseñarnos el camino del bien, de Ja felici– dad. ~Qul hubiera podido hacer el hombre sin ningona idea divina á In cual sujetara su imeligcncia, á la cual acomodara sus ac1os, la cual disipara las oscuras nieblas de su ra– z5n ofuscada para el bien, de su coraz6n desesperado para la felicidadf Y ¡oh sabiduría infinita de Dios! las pri– meras palabras que Jes:ís pronuncia para proclamar bienavemurados á los hombres, son para el pobre. Bie11a11e11turados los po– bres de espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos. Sí: bienaventurados los pobres de espíri· tu: esos que en su pobreza material son hu·

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