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. '.MEDITACIÓN Y •i yo ruerc aludo do la 1lcrro, lodo lo a1racró a mi mlemo. (S.\N Ju.u<, X 11 1 ~) • ¡Cuántos hombres hay que no aman á Jesús! ¡cuántos hay que le aborrecen! Pero en esto cabe mucha culpa á todos. No queremos alzar á Jesús, levantarlo sobre la tierra á la que le arrojaron los malos, ele· varle bien alto para que todos lo vean. Y de Jesús para enamorarse no hay sino verle. ¡Es tao hermoso! es tao bueno! es tao dulce, tan amable! El mismo lo dijo: Y si yo fuere al:rado sobre la tierra, todo lo atraeré a mí mismo. Somos todos muy cobardes: los malos son más valientes que nosotros. ¿Que es pre· ciso perder intereses, fama, libertad, vida? Y ¿qué importa? ¡Es tan dulce, tan hermoso quedar pobre, deshonrado, preso y morir por Jesús, porque todos le amen! ¿Qué hubiera sido en los primeros tiem-

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