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-43 - rrera, 6 al menos Je impedirían seguir ade· !ante, y los peligros en que podría caer? S61o Jesus: Yo soy la lu~ del mundo: el que me si¡¡ue no anda e11 tinieblas. Sólo Jesús: por El hemos de ir á Dios. Es su Hijo, es Redentor nuestro. Y para esto vino al mundo, para llevarnos á su Padre celestial, para enseñarnos el camino del cielo: 11 No hay sino seguirle: El nos precede, nos acompaña, nos dá valor y fueria. ¿Y cuál es su camino? la virtud. ¡No bar sino seguirá Jes1ís! Bien lo com– prendo: E es el camino que me ha de llevar á Dios nuestro Señor. ¡Y yo que no l.: he seizuido infinidad de veces! ¡Desgraciado de mí! ¿Cómo no había de caer en mi camino? ¿cómo no desviarme de él? No seguía á Jestís, y al perderle de vista perdí también la luz que me iluminaba, el calor que aquella luz me infunJí.t, y en oscurJs timeblas mi alma, aterido de frío. caí en aquel abismo sin fon– do, en aquel mar sin orillas. Y jamás hubie· ra salido de allí si Jesús no hubiere. venido ú sacarme. Ni aun veía donde asirme para salir de aquel estado. Sólo Jesús me libr6 y me llevó al buen camino. ¡Me quiere tanto! Y curó mis herí-

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