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-41 - un nuevo pedazo de tierra que aumentaba más mi sed. ¡Loco de mí! IlI Jesús mío, aquí me tienes fija mi mirada en tu adorable persona. ¿Eres Tú? aun temo que seas un pedazo de tierra. Pero, n:>, mi Jesús, perdona mi temor y desvarío: eres Tú, el corazón me lo dice. Esta tranquilidad de que ahora gozo sólo de Tí puede venir. Sí, eres Tú, Jesús mío. No te apartes de mí porque yo no te he buscado antes. Si Tú me abandonas, ¿á dón· de iré? ¿qué haré de mi corazón? Ahora que te ha ~emido junto á sí, si Tú me abandona– ras, destrozaría mi alma. No, Jesú1 mío, no te vayas; quiero estar siempre junto á Tí, abrazafo á tus pie~, be– biendo de esas aRuas que manan de tu Cora– zón augusto, amándote con todas mis fuerzas. Después de convidarme á beber, ¿me ne– garás el agua? No, no puedes hacerlo, no quieres hacerlo: ¿no es así Jesús de mi vida? ¡Oh! quién siempre te hubiera amado! quién nunca te hubiera ofendido! rPráctica¡ara este día).-Hacer tres ac· tos de amor Jesús.

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