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- 40 - con todas sus aspiraciones, ¿no podrá sa– ciarlo? Y quiere hacernos felice~. El mismo nos invita á apagar en su corazón la sed de feli· cidad: Si alguno tiene sed, JJenga á Mí, y beba. [{ ¡Loco de mil y yo que he querido apa· gar muchas veces la sed de mi corazón en las aguas cenagosas de este mundo, olvidán· dome de acudir á Jesús! ¿Cómo había de ser feliz? Mi corazón inquieto ya me lo avisaba: la inquietud de mi corazón me decía bien cla· ramente que era su más cruel enemigo. Nunca Je dejaba satisfecho. Y discurría, tra· bajaba, sufría privaciones para darle lo que anhelaba; pero á todos mis desvelos seguía siempre la mismainquietud, cada vez mayor. Le daba un pedazo de tierra para que se apa– ciguara; Pero... ¡ayl era tierra,y ésta ciaa vez Je oprimía más. ¡Loco de mí! no levanté mis ojos al cielo: los tenía fijos, inmóviles en la tierra, y nada más que tierra veía. Veía al~una vez un objeto que brillaba mucho, mas que cuanto le rodeaba, lo toma· ba por un diamante; pero al cogerlo perdía el brillo, se deshacía entre mis dedos, era...

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