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- 32 - paz entre nuestros hermanos, es preciso pro– curar que entre ellos se conserve. Todos los hombres constituimos una grao familia cuyo Padre es Jesús. Solo así puede llamarse uno hijo de Dios: imitando al que es verdadero y Unigénito, consubstancial al Padre. Bienaventurados los pacíficos; porque hi– jos de IJios será11 llarnados. 11 ¡Pobre de mí! ¡Cuántas veces mis escán– dalos han perturbado la paz de mis pr6jimos! Al pecar, no solo manché mi alma, no solo me declaré en rebelión con Dios, sino que seduje á mis hermanos con mi ejemplo, con mi palabra, y les obligué á formar en las filas del diablo. No solo turbé mi paz, que turbé también la de mis hermanos. Y aun en lo temporal ¿no be roto alguna amistad entrañable y virtuosa? ¿no be sido causa alguna vez de desavenencias entre per– sonas que perfectamente se avenían por la amistad, por el interés, por el negocio, por la virtud quizás? En vez de sembrar Ja paz, he sembrado muchas veces la discordia entre mis pró¡imos Y esto tan solo por un gusto, por una falsa necesidad, por un falso interés de mi persona, por sausfacer mi vanidad, mi soberbia. ¡Pobre de mí

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