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- 29 - El cielo es la ciudad de los santos. Para Jos pecadores está el infierno. Y así como en éste no entra nadie que esté adornado con la gracia, así tampoco en aquél puede entrar quien esté manchado por el pecado. Dios es santo, y como santo, justo. Bienaventurados los de limpio cora{Ón¡ porque ellos verán á Dios. Il Y ¿soy yo limpio de corazón? ¡Pobre de mí! ¡Cuántas veces no he man. chado mi alma con el pecado! Ha habido instantes en mi vid1, e11 que, si hubiera muerto, no hubiera sido bienaventurado, no hubiera visto á Dios mi Señor. Y cuando he resucitado de aquel estafo de muerte, cuando la gracia me levantó de aquella mortal caída... al momento vold á caer, unas veces en el abismo, otra~ ti su puerta, man:hfodome coa pecados veniales. ¡Y creía que, por ser veniales, no manch~ · ban mi alma, no ofendí.i á mi Jesús que es· taba en disposición de ver á mi D:os! ¡Pobre de mí! Cuando más, me he con– tentado con evitar el infierno: el purgatorio no me ha retenido jamás de abrazarme con el vicio. Me faltó el amor, y ni aun el temor tuvo fuerza bastante para no ofender á mi Dios. ¡Pobre de mí!

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