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í9 - Y lloré aquella pérdida, sentí en el almá aquella ~rimera ofensa de Jesús por mí co– metida. Pero mi dolor pasó: caí de nuevo y ya no lo lloré canto: caí tercera vez y tal vez ni lágrimas ya salieron de mis ojos. Y he caido otras veces, y he pecado mu· chas más, y mi corazón permanece ya casi insensible á tanta desgracia. ¡Pobre de mí! IIl Jesús mío, aquí me tienes á tus pies con· trito de mis pecados. Te he ofendido, es verdad; te he ofendi– do muchas veces. No he sabido agradecer bastante tu inmenso amor hacia mí. Loco, he preferido muchas veces un placer á tu gracia, un deleite á tu amor, una satisfac– ción criminal á la virtud. Ya no lo haré más, Jesús de mi vida. No quiero apartarme ja· más de Ti. En tu Corazón quiero permane– cer toda mi vida. Concédeme tu gracia, Jesús mío; sin ella no puedo nada. Estos mismos propósitos, sin ella, no po:iría cumplirlos. Y no atiendas á mi conducta pasada. Otras veces te he dicho lo misrno que ahora, es cierto, y no he cumplido otras tantas mi promesa. Pero desde hoy no será así, Jesús mío Mir antiguas caídas me harán más pru-

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