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- 18 - Por tí has de llorar, pecador: has de llo· rar esos pecaJos que bas cometido. ¿Qué co· sa más di na de tus JágrimJs? Con ellos ofendiste á Dios nuestro Señor: renunciando á Ja amistad y gracia de Jesiís, te hiciste es· clavo del demonio, su capital enemigo y enemigo capital tuyo: amargaste con ellos el Coraz6n de nuestro adorable Redentor: no correspondiste al inmenso amor que siem· pre te ha profesado. ¡Ingrato! llora, sí, llora tus pecados. Un solo pecado se debe llorar eternamente: y sólo las lágrimas pueden borrar el pecado. Sólo ellas alcazan la gracia de Jesús, el Es· píritu consolador. BienaJJen!u1·ados los que lloran; porque ellos serán consolados. JI Y yo ¿cómo lloro mis pecados? He ofendido á mi Jesús más de una vez, más de dos. Unas veces por malicia, otras por culpable inadvertencia, he vuelto las es– paldas á Jesús, le he escatimado mi amor, se lo be negado á veces. ¡Pobre de mí! pequé una vez, lloré mi pecado, sf 1 bien lo recuerdo; era la primera vez que 01endía á mi Jesús, el instante en que mi inocencia bautismal se borraba par11 siempre de mi ¡ilma.

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