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valor para confesar a Jesús Nazareno delante de una criada; Pedro niega cono– cer a Jei;ucrii;to y se avergiienza de aparecer como su discípulo. ¡Cuantos cristianos reniegan de Je– sús, como Pedro! Yo soy del número de estos y no contento con negar tres ve– ces. como Pedro, he renovado estas ne– gacíones tantas veces, cua ntas he come– tido el pecado mortal, traspasando sus mandamientos. Pedro reflexionó y después lloró a111argamente su pecado, su cobardía, su ingratitud '/ para llorar y corregir su hierro huyó de la ocasión. ¡Preciosa lección que debo aprender de la caída del apóstol! Si le he imitado en la cul– pa. en la cobardía de negar a Jesucristo, le imitaré en la prontitud de mi firme resolución de ser fiel y constante discí– pulo de mi amado Salvador. no un día, ni un año, sino toda la vida, hasta la muerte. ¡Oh Jesús mio, divino Nazare– no de nuestras almas!. No apartes de nosotros tu dulce mirada, pues será prenda de nuestra salvación. Amén. (Se medita un poco y se pide la gra– cia que se desea conseguir.) 17

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