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el espíritu que anima a los hijos de mi pueblo. Y supuesto que el amor es amplia y esencialmente ifusivo, según la frase proverbial, debemos añadir a lo ntedicho, para consuelo de los dolientes y alivio de os pacientes, que nuestra poderosa Virgen de Un– izu es Abogada especial contra los infartos del híga– o y los cálculos vesicales, dos enfermedades (vulgar– ente llamadas dolor de hijadas y mal de piedra), que an frecuentes son y tan terribles dolores causan. Así o publican los ex votos de gratitud ofrecidos por aqué– os que se vieron libres de tan aflictiva dolencia me– iante la invocación de nuestra celestial Señora. Y o hacemos público con suma complacencia, porque de– eamos que cunda por el mundo entero la devoción a uestra benditísima Virgen, a fin de que todos, hom– lbres y mujeres, le sean deudores de grandes y señala– ~os beneficios, entendiendo que la medicina más efi- ~ z es la que viene de Jo alto. Acudan, pues, todos e vóquenla con suma confianza, pero de una manera pecial aquellos que se sienten aquejados por alguna e esas penosas enfermedades. que tantas angustias roducen y tantas lágrimas hacen correr. Quien ha urado a éstos. devolviéndoles el contento de la salud el júbilo del bienestar, ¿dejará de hacerlo con aque– os otros que acudieren devotamente y la invocaren confiadamente? ~ He ahí, pueblo mío, el rico tesoro que el Cielo te a encomendado: guárdalo con esmerada solicitud, co– o lo guardaron nuestros antepasados, haciéndote cada a más digno de su posesión con toda suerte de bue– nas obras. No tienes que envidiar a pueblo alguno de la tierra, pues eres tan feliz como eJ que más con la posesión de ese legado celestial; podrán igualarte en privilegios, pero jamás te aventajarán. La excelsa Ma.- 8

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