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1ogo de una sencilla novena, haremos constar de nu vo su antigüedad, afirmando que sus años son los de pueblo, y como la fundación del pueblo se pierde e el curso de los siglos, es consiguiente que también pierda su más glorioso timbre. Téngase, además, e cuenta que San Veremundo, preclarísimo hijo de Ar 11ano, vivió en el siglo nono, y aunque son pocos lo detalles de su infancia, no nos cabe duda de que de bieron serle gratisimos los caminos que conducían a venerado recinto. A ese mismo lugar, pintoresco cual ningún otro, han acudido en todo tiempo los piadosos católicos d nuestro pueblo en demanda de auxilio y protección. Bajo el poderoso manto de la Virgen de Unzizu s cobijaron nuestros abuelos en los días aciagos de in vasión y destrucción, viéndose libres de todo peligro. A esa santa explanada, cubierta de verde alfombra hemos acudido también nosotros en solemnísimas pro cesiones, invocando desde lejos a la excelsa Virgen d Unzizu y postrándonos a sus pies con la confianza d hijos que todo lo esperan de la bondad de su adorad Madre. Y mientras corra por el mundo un hijo d Arellano, la tradición subsistirá y la devoción no ex perimentará eclipse, y el culto a la Virgen de Un.ziz no tendrá ocaso. Y será invocada tiernamente y vene rada cordialmente y aclamada entusiásticamente. Animado con estos dulces recuerdos y ansioso po colmar los anhelos de nuestro octogenario párroco don Mamerto Urmeneta, quien no ha cesado de suplicár melo en estos últimos años, he resuelto emplear en ob sequio de nuestra soberana Virgen las facultades que Dios me dio y la Orden Capuchina cultivó, componien· do la presente novena como eco fidelisimo de los sen timientos de mi corazón y como arranque entusiasta 7

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