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exhortaciones de una mujer valerosa? ¿Hay algo de i ' ayor ventura para una familia que la actuación y ~ velos de una madre solicita? Pues esa mujer vale. · osa, esa madre solícita cuya presencia requería la I ~ ande obra de la Redención y cuya actuación deman. ba la nueva familia de los cristianos, era la Virgen t antísima, Corredentora del linaje humano. ¿Quién jor y más a propósito, en aquellas criticas circuns– ancia!>, que la Vencedora del Infierno y la Triunfa. ora de Satán? ¿Qué podrían todos los enemigos es– ltando Ella presente y dirigiendo todas las operaciones ~~e aquel pequeño ejército que acababa de entrar en ~ O:ombate contra las huestes del que había sido su ti- ~ no? Quedóse, si, y quedóse muy contenta; y aun– ue, al parecer, debía estar suspirando dia y noche ., r la inmensa gloria que le aguardaba en la mansión eterna, no vacilamos en sostener que su principal in– ~ ~~rés se ordenaba constantemente al incremento y per– 'f ección de la Jrandiosa obra que se le había enea– '. endado. ¿No era la voluntad de Dios que permane- 1 iese aquí abajo durante la infancia de la Iglesia? Pues i•.¡~o hay que añadir palabra, toda vez que su mayor in– • ~lerés se hallaba cifrado en el cumplimiento de la vo- :tluntad divina: Ecce a:n.cilla Domini. Sin embargo, ca- . l~mo veía que se acercaba el día de su glorioso tránsito, l~bo podía menos de experimentar los anhelos más vehe– r .mentes de ver, abrazar y poseer al Dios altísimo que ·;1a había creado, engrandecido y sublimado. ! i 1 PUNTO SEGUNDO 1 ~ Sonó aquella bendita hora en el reloj de la eter– Ípidad, y la Virgen María, después de haber contem– i ~¡piado y bendecido a los once Apóstoles, reunidos mi· t~lagrosamente en torno de su pobre lecho, cerró sus c,,36

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