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ro quien ha padecido algún tormento, dolor o en!e rnedad. muévese a tierna compasión apenas se ha cargo de los sufrimientos ajenos, porque, habiéndol experimentado, sabe muy bien lo que es sufrir. Nu ca debía haber sufrido la menor molestia Ja Virge María, por estar exenta de la culpa original, fuent de todos los dolores y de todas las penalidades; pe como tenía que compadecerse de toda la humanidad d liente, hubo de someterse y aprender por experienci propia los dolores y penalidades a que estaban sujet los desgraciados hijos de Eva. Y ¿quién lo duda? s sometió voluntariamente, y voluntariamente cargó co todo el peso de la Redención. El Hijo padecía corpora mente, la Madre, espiritualmente. El Cuerpo sacrat simo de Jesús fue elevado en la Cruz, el Corazón p rísimo de María fue desgarrado a la vista de tan horr bles tormentos. Nadie tuvo compasión de Aquél, qu moría en el patíbulo infamante por rescatarlos a t dos de su miserable condición de esclavos del demoni nadie la tuvo tampoco de Aquélla, que gemía y llorab al pie de la Cruz bendita, orando por la salvación d todos. ¿Quién es capaz de ponderar dignamente J tormentos de Jesús? ¿quién los sufrimientos de Maria Los devotos de la Virgen dolorosa se han esforzado p dárnoslos a comprender, pero nuestra comprensió es tan limitada que no alcanza a la más mínima part de ellos. Nos sentimos conmovidos y derramamos l grimas cada vez que se nos pintan al vivo los dolor de la Virgen María; mas ¡ay! luego nos olvidamos d ellos cual si no los hubiésemos escuchado. Sola asisti al cruento sacrificio del Calvario, soportando valer samente el espantoso suplicio en que veía morir a s Hijo-Dios; y sola suele quedarse en medio de sus h jos, porque éstos la olvidan en su gran desolación. Pe dona, Virgen Santa, perdona nuestra ingratitud.

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