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Je dos títu!os que. le p~rtene~~n omnímodamente. Ha brá sido, s1 se quiere, mvenc1on humana, pero es una de aquellas invenciones cuyo fundamento radica e Ja personalidad, tan real y profundamente, que nadi podrá desvirtuarlo, nadie socavarlo, conmoverlo n arrancarlo. Es Reina de misericordia, porque todos su vasallos abundan en miserias, y es Madre de misericor dia, porque todos sus hijos nacen esclav~ del demo nio, y la mayor parte de ellos, aun despues de su pri mera reconciliación, viven encadenados. ¿Hay, por ven tura, mayor miseria que el pecado? ¿Hay cadenas má horribles que las ofensas contra Dios? Y ¿qué hace los hombres sino pecar y ofender a su Criador? La jus ticia divina reclama el castigo, pero se aplaca al entra en acción la Virgen María; y es tanta su compasión, ta grande su misericordia, que no cesa de intervenir e favor del desgraciado hasta que lo contempla a salv de las iras del justo Juez. Así, pues, dice San Bernard a este propósito, el que se pierde, se pierde porque quiere. Teniendo a nuestro favor una Reina tan so lícita del bienestar de sus vasallos, y una Madre ta compasiva y misericordiosa para con sus hijos, ¿quién de ellos se perdería, si acudiera a tiempo y se cobi jara bajo su sagrado manto? ¿No estamos en que e omnipotente, constituida por Dios para nuestra recon ciliación y salvación? ¿No sabemos que todo lo ha re- cibido para que nunca le falte con qué socorrernos? ¿Hay alguno, exclama San Bernardo, que pueda que jarse de no haber sido escuchado por la Madre de mi sericordia, habiéndola invocado con devoción y fer vor? Pues entonces, ¿por qué se pierden muchos de los vasallos de esa gran Reina de misericordia? ¿por qué perecen muchos de sus hijos? Porque no quieren salir de su miseria ni abandonar sus culpas. No seamos no sotros de ese número de infelices, antes bien miremos 27

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