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Jía a Ja inefable dignidad de Madre de Dios volvió a l trecobrar cuanto había perdido. Dios nos hizo grandes ~ todos en la persona de Adán, pero no quisimos serlo; no solamente desdeñamos la grandeza que gratuita– ! ente nos otorgaba, sino que nos rebelamos contra El, #~fendiéndole gravisimamente. Pudo destruirnos, pero se · imitó a castigarnos, ofreciéndonos al propio tiempo el emedio en una mujer, de quien se haría hijo para pa– ar con su preciosisima Sangre todas nuestras deudas. ¿quién era esa mujer? La Virgen Maria. ¡Bendita ea! 1 1 Adoremos la diestra del Omnipotente y bendiga– imos su misericordia infinita, ya que para nuestro bien 'Se dignó tomar nuestra naturaleza en el seno virginal lde una hermana nuestra, por obra del Espíritu Santo. ,l¿No oís las palabras del Embajador celestial? Pues en ;iese instante de la Encarnación del Verbo, dice San ~Buenaventura, puso Dios el límite a su poder, obran– ·~º el mayor de los portentos. Puede crear, añade el san– • to, nuevos cielos. ángeles superiores y hombres más . perfectos, pero no puede dar vida a una criatura que sea superior a Ja Virgen María, porque una es su Ma- 1dre, y no puede haber otra. (Medltest sobre lo dicho y pidase la 1racia especial que se desea conseguir en esta nooena.) Oración para este día , ¡Oh grande, oh excelsa, oh soberana Virgen Ma- 1na, Madre de Dios! puesto que el Omnipotente os 1 tomó de entre las ruinas de la humanidad calda y os elevó a la primera grandeza, haciéndose hijo vuestro para dicha y felicidad de los desterrados del 14
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