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6 nada, se presenta en la estancia, alumbrada por una ma- · la candileta: entonces, por un movimiento indeliberado, todos los detenidos formamos un circulo en su alrededor y el de cuatro ó seis que le acompoñabon: en aquel ins– tante este hombre feroz dirige la vista á una de las mu– geres apresadas en el puente de Buendia y le dice: «¿quién es usted? 1ah !... ya sé con quién hablo. Prepárese usted para morir mañana á las siete: y ustedes,» señalan– do á los tres que habían sido tambien apresados en el referido puente de Buendia: y aquel hombre cruel desa– pareció dejando nuestros corazones llenos de congoja y atliccion. El capellan de aquella tropa se babia interesado con el gefe en mi favor, y me notifica sin dilacion mi libertad; por lo cual intento salir de aquella mansion de lágrimas en su compañia; pero el centinela me lo impide : el gefe, que desde el portal nos babia oído, pregunta: cc¿Qué es ~ eso?» El centinela contesta: «UD preso que quiere salir sin autorizacioo. n «Pase usted de un bayonetazo, replica el gefe, al que intente pasar el umbral de la puerta.» Esta aterra- dora consigna me hizo estremecer y dar un salto hácia atrás para mezclarme entre los sentenciados á morir. Interminable me pareció el tiempo que aun perma– necí retenido basta que llegó por escrito la orden de mi libertad, la cual me trajo mi protector el capellaa, á quien estaré eternamente agradecido , no tan solo porque con su intercesion me libró de ulteriores trabajos, sino por haberme sacado de aquella estancia, en la cual, tanto pa– deció mi espíritu por la desconsoladora escena que en ella presencié, que quiero pasarlo en silencio por no con– tristar mi corazon, dejando al juicio de cada uno su con– sideracion. Por lin salgo de aquella cárcel; ¡pero... ¡Oh dolor... un cuadro horrible se presenta á mi vista!... Un grande resplandor me hace levantar los ojos, y veo que devora– doras llamas destrozan el santo y magnífico templo, que no osaran tocar ni las tropas del Archiduque de Austria en principios del siglo anterior, ni las valerosas huestes de Napoleon; oigo ademas desplomarse las teohumbres y tejados sobre los restos de piadosas generaciones, y borro-
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