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61 nos deparó el ciclo para nuestro bien; y el tiempo se en– cargará de acreditar la verdad de estas promesas. La despedida del Obispo füé magcsluosa. Acompañado do innumerables personas de todas clases, se dirigió á pió á los afueras dol pueblo. Llega el momento de mon– tar; pero fué preciso acercar el caballo en que cabalgaba, pues no le era posible moverse estrechado por el pueblo. A caballo ya el Obispo, dirige su \•isla á ua lado y á otro para despedirse. Enmudece aquel gentío, antes tan animado y bullicioso: todas las cabezas se inclinaban para recibir la santa bendicioo que da á aquellas gentes senci– llas y piadosas. Comprendimos entonces mas que nunca esas misteriosas relaciones entre los sentimientos de nues– tro pecho, y los sublimes actos de la Religion. Las mara– villosas armonías del espíritu humano con la fé se halla– ban allí patentes. Tomamos acta de estos hechos en favor de la doctri– na que enunciamos al principio. ¿ Sabeis por qué se ha movido de esta manera tan espontánea y unánime un pueblo numeroso? Por la idea religiosa, por el sentimien– to religioso. No busqucis otra causa; que seguramente os fatigaréis en vano. El pueblo ve que su Obispo viene á vi– sitarle con dos objetos. El primero, para darle la fortale– za cristiana por el sacramento de la Con6rmacioo. El se– gundo, para revisar por si mismo las ruinas del templo incendiado, calcular el coste para su reparacion, y ani– mar á los vecinos con el 60 de que le ayuden y se es– fuercen para conseguirlo. Aquí teneis descifrado el enig– ma, y despejada la incógnita. Si vosotros no descartáseis de otros proyectos la Religion, si no prescindiéseis de ella en vuestras predicaciones, veríais entonces resultados: no serían tan estériles '' uestras tareas: daríais el impulso, y lo demas, el pueblo se encargaría de ejecutarlo. Apren– ded, pues, en este ejemplo, y obrad en su consecuencia, que Dios- bendecirá vuestros esfuerzos.= C. E. 13 de Julio de 1850.

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