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58 movimiento convulsivo de vuestros agentes y emisarios, ó contempla con admirocion y lástima vuestros manejos é intrigas, alznndo los ojos al cielo en ademan compasivo? ¿Cuál es la causa de que á pesar de vuestros halagos, de vuestras predicaciones y promesas, os mire.con tanta pre– vencioo y desconfianza? Le hablais de facilidad para los trasportes, de caminos y canales, de la mejor salida de sus frulos y de tantas otras cosas como vosotros sabeis y nosotros no ignoramos, y le hablais así valiéndoos de la amenaza, echando mano del terror, ó U.-1 vez lisonjeáodo– le y moviendo los resortes de su grandeza, de su heroici– dad y de su nobleza : resortes poderoslsimos, especial– mente los últimos, para mover un pueblo tan altivo y celoso de sus glorias. Y esto no obsta para que el pueblo, si le dejais un momento en libertad, se retire de vues– tras urnas electorales, y para que, si apremiais, marche con embarazo y dificultad hasta ruborizado tras de vos– otros, no el pueblo espaúol, que no se prostituye tan fa– cilmente, sino una pequefüsirna parte suya, iosignificaote respecto del todo. No recorramos todo el círculo en que se mueven los que asf desconocen la índole de nuestros compatricios: bástanos para muestra el baber tocado con ligereza en un punto. Sería consumir el tiempo inútilmente, y el tiem– po es oro, como dice un antiguo proverbio. Veamos aho– ra el reverso de la medalla. Ilablad á los pueblos , no en nombre tao solo de la libertad, de la civilizacion y de las instituciones: habladles en nombre de la Beligion, ó habladle, si así os place, á nombre de las instituciones, de la civilizacio11 y de la libertad enlozadas con la Reli– gion; que no penseis estamos con ellas reñidos, tomán– dolas en su buen sentido, no: las abrazamot: muy cordial– mente; pero queremos que la Religion las domine, no que sea por ellas la Religion subyugada, porque enton– ces se truecan los papeles. Hablad, repetimos, de la Religion y de la piedad: que esto descuelle en vuestras predicaciones y en vuestros es– critos: y como tengais títulos suficientes al aprecio pú– blico, como los pueblos no recelen de vuestra veracidad, con tal que vean en vosotros la sinceridad y la buena fé,
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