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53 vm. El sufragio universal en el orden religioso es una de sus primeras insliluciones, y Dios le puso, sino como base, al menos como ley orgánica de su gobierno de la humani– dad. La magnifica promesa de Jehová a la sinagoga de obe– decerá la voz de su oracion (Josué, cap. 10, v. 12.) la confirmó el Dios humanado á la inmaculada Esposa que se adquirió coo su sangre, Lransformándole cu deber religio– so con el precepto positivo y urgente de la 01·aciou sin descanso (San Locas, cap. 18, v. 1.), y de que Ol'emos ell su t101nbre, diciendo: (San Maleo, cap. 21 • v. 22.) todo cuanto pidiéreis con fé á mi Padre, lo 1·ecibireis; y como nuestro divino Redentor desea ante Lodo nuestra union en El y para con El, ha dotado Ja oracion coleclÍ\'a de fuerza irresistible. Pues si asegura (ibid), si dos de vosotros se po11eii et~ acuerdo en la tierl'a pam pedfr, sea lo que qui<:ra, lo alca11::;ará11 de mi Padre que está en los cielos; y cua11- do dos ó tres so ju11tase11 en mi nombre allí esta1·é yo en medio do ellos, ¿qué fuerza no tendrá la oracion de todo un pueblo? Sin embargo, la promesa que adjudico á Ja Iglesia de Sacedon, por hipérbole, solo Ja reconozco hecha por Dios á la Iglesia universal. IX. Hablo en igual sentido que el espresado en la nota precedente. t Todos los símiles de la octava que llevan el signo del márgen, no denotan en sentido quesneliano, baya no, ni jansenista , que las potencias del hombre quedasen abso– lutamente impotentes por el pecado para el amo1· y adora– cion de Dios. pues Sig1iatum eral super tios lumen vultus Dei; solo manifiestan que sin el culto externo, ó mas bien mixto de interno y externo, los hombres conompieron mas y mas sus caminos y al fin cayeron en Ja idolatría.
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