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12 bles, que esos enemigos de Dios y de la natura- leza misma executan desapiadadamente en los pai- ses donde llegan, no solo nos recuerdan aquellas formidables espresiones y espantosos castigos con que en pena de sus pecados amenazó el Señor á su antiguo pueblo por su profeta Ezequiel, en el ca- pítulo séptimo de sus profesias; si no que al ver- los casi ¡dénticaménte executados por esos hom- bres inhumanos , nos deben persuadir que no se- rán inferiores á las de aquellas gentes nuestras cul- pas quando así ha venido sobre nosotros un cas: tigo semejante. Estos trofeos que ellos injustamente atribuyen á su valor y á su audacia, se los dan ciertamente nuestras iniquidades; y la espada con que así nos lastiman, no tanto cs suya quanto de Dios, nuestro Señor, que para castigarnos la ha puesto en sus manos: á la manera que en otro tiempo la puso en las de los Caldeos y Cananeos para castigar los pecados de Israel. Es una espre.= cion muy usada en la divina Escritura, que es és- : pada de Dios con que toma justa venganza de sus w: ofensas, todo: aquel conjunto de males que nos oca=. siona con la guerra un enemigo, aunque este sea Idólatra y Pagano: y por esto Asur, ó.el Rey - de los Asyrios es llamado por el mismo Señor el váculo 6 la vara de su furor contra los pérfidos Hebreos; (4) del mismo modo aquel impiísimo Rey Atila en su cruel guerra contra los católicos se jactaba de ser el azote de Dios. Si bien se reflexiona en el hecho mismo de no :un y? derrotados los franceses por el exército » rs ES pS : , (43 Juas, 10+ 54 Es ya -
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