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(68) la Divinidad diciendo: Non méa , sed tua woluntas fiat. Aquí obedece á su igual, ¿Pero que digo yo? ¿Pues quién puede sér igual 4 Jesu-Cristo ni en su naturale. za, ni en su dignidad, ni en sus virtu= des, ni en su merito ? ¿He olvidado aca- so el quién como Dios ? ¿quién semejan» te á El? Confieso, Señor, vuestra Sobe- rana excelencia : protexto humildemente que non est similis tul; pero conozco que por el caracter Sacerdotal «que nos distin- gue, por la uncion santa que nos hace Cristos , por la potestad de consagraros que nos disteis , por este divinisimo oficio somos como iguales 4 Vos, Sacerdote Eter- no € inmortal. Y ello es, que en virtud de este orden ya2la voz del Consagrante, des- ciende del Cielo , se pone en sus manos, y á su voluntad tanto se rinde, se suge: ta, que alli no tiene otra accion que la que le dá nuestra mano que le eleva , que le. divide , que le come , que le reparte, ¡ y quántas veces repetirá en ella non mea sed tua voluntas fiat ! Finalmente, aqui obe-
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